miércoles, 4 de febrero de 2009

La muerte del click

Rompo mi periodo de hibernación forzado por las circunstancias; al ver la noticia tenía que volver a escribir otra vez. El invierno me ha secado las ideas y regalado la gripe de las dos semanas quitándome varios días de vacaciones, si bien luego me ha devuelto el cambio en forma de lunes disfrazado de nevada de los veinte años; pero leer algo así interrumpe cualquier ciclo de pasividad. Es la muerte del click. En este caso no tiene nada que ver con ordenadores, se trata del click original y que yo conocí como de Famobil.


La noticia en concreto es que se ha muerto el tipo que diseñó hace más de 30 años los dichosos muñequitos. Que digo "tipo", ha muerto un grande, un benefactor de la humanidad...el creador del juguete con el que más me divertí siendo un enano. Por supuesto luego llegó el Oric y todo lo demás, pero eso ya está contado.

El ritual era de cumplida obligación, a la vuelta de la guarderia de los huevos (de chocolate) desplegaba a los clicks más limpios que nadie pueda imaginar; como había acumulado tantos con el paso del tiempo, los guardaba en un tambor de cartón que originalmente contenía cinco kilos de detergente en polvo de lavadora. Vaya historias que me imaginaba, quizá ayudado por los efluvios químicos que aún emanaban del tambor; normalmente de buenos y malos...el mérito acordarse de quiénes eran unos y otros. Eso sí los jefes respectivos eran el He-Man del giro mete-meques y el Hombre de Hierro abanderado español, los demás eran la tropa rasa que podían morir a mi gusto en cualquier momento, demostrando así que yo también hubiera valido como guionista ventajista de Lost.

Por último pero no menos importante, los clicks contribuyeron a aumentar mi conocimiento científico...en concreto con experimentos de cambio de estado de sólido a líquido; todo gracias a sus pelucas y a la bombilla encendida de la lámpara de la mesilla de mi cuarto. Vaya broncas de mi madre por cierto, hasta que aprendí a eliminar los restos del crimen.

Descanse en paz Hans Beck, que el Hermano Ignacio le enseñe ahora ecuaciones de primer y segundo grado, se ha ganado unos sugus por aplicado y cumplidor.